El Monte Fuji, con sus 3.776 metros de altura, es uno de los símbolos más icónicos de Japón. Muchos viajeros sueñan con subir hasta su cima y contemplar las espectaculares vistas que ofrece, especialmente al amanecer. En este artículo, te contaré mi experiencia personal de subir andando al Monte Fuji desde la tarde hasta las 5 de la madrugada para poder ver el amanecer desde lo alto de la montaña.
La subida comenzó a las 4 de la tarde situada a 2.300 metros de altura. Desde allí, la ruta está perfectamente señalizada y se puede realizar sin necesidad de un guía. No obstante, es importante llevar ropa y calzado adecuados, ya que la temperatura en la cima puede ser muy baja y el terreno puede ser resbaladizo.
La primera parte de la subida fue relativamente fácil, aunque con algunos tramos empinados. El paisaje que se veía era impresionante: los bosques de abetos se mezclaban con los campos de lavanda y los lagos que rodean la montaña. Pero a medida que avanzábamos, la ruta se iba haciendo cada vez más exigente. La falta de oxígeno se notaba en cada paso y las piernas empezaban a temblar. Sin embargo, la belleza del paisaje y la motivación de ver el amanecer nos mantenían en marcha.
Cerca de la medianoche llegamos a la octava estación, donde decidimos hacer una parada para descansar y tomar algo caliente. En ese momento, nos dimos cuenta de que el cielo estaba completamente despejado y las estrellas brillaban como nunca antes las habíamos visto. El frío era intenso, pero la vista del cielo nocturno nos hizo olvidar todo lo demás.
A partir de ahí, la subida se volvió aún más exigente. El terreno era muy empinado y el viento soplaba con fuerza. La luz de los faros de las personas que iban por delante de nosotros se convirtió en nuestro único punto de referencia. A pesar del cansancio y el frío, nos aferramos a la ilusión de llegar a la cima antes del amanecer.
Finalmente, a las 5 de la mañana llegamos a la cumbre del Monte Fuji. El sol aún no había salido, pero las primeras luces del amanecer empezaban a iluminar el horizonte. El paisaje que teníamos ante nosotros era impresionante: el mar de nubes se extendía hasta el infinito, mientras que los picos de otras montañas emergían tímidamente de entre la niebla. El silencio era absoluto, solo interrumpido por las cámaras de los turistas que al igual que nosotros, habían luchado por llegar a la cima para ver el amanecer.
La emoción de haber llegado a la cima fue indescriptible. Nos abrazamos y celebramos juntos nuestra hazaña. Habíamos subido durante horas y nos habíamos enfrentado a la fatiga y al frío extremo, pero la vista del amanecer desde la cima del Monte Fuji lo había hecho todo valer la pena.
Durante la bajada, nos dimos cuenta de que la ruta que habíamos subido era solo una de las varias que existen para ascender al Monte Fuji. La ruta que habíamos elegido, llamada Yoshida, es la más popular y la más concurrida, especialmente durante el verano. Sin embargo, también hay otras rutas que ofrecen paisajes diferentes y que pueden ser menos transitadas.
En general, subir al Monte Fuji es una experiencia que recomendaría a cualquier viajero que visite Japón. Además de la belleza del paisaje, la sensación de superación que se siente al llegar a la cima es incomparable. Si decides hacerlo, te recomiendo que te informes bien sobre las diferentes rutas y que elijas la que mejor se adapte a tus necesidades. También es importante llevar ropa y calzado adecuados, una linterna, agua y comida suficiente.
En definitiva, subir al Monte Fuji para ver el amanecer desde la cima fue una experiencia inolvidable que siempre recordaré. Si tienes la oportunidad de hacerlo, no lo dudes: ¡es una aventura que no te arrepentirás de vivir!
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